
Lejos, las palomas se llevaron entre sus alas el llamado del amor, volaron a través de los árboles, cruzaron la plaza y se perdieron dentro de una iglesia, perforando un cristal rojo que jamás se ha reparado desde la construcción del templo. Así lo vio irse, como si fuera a tocar la cúspide del cielo, mientras su cuerpo ardía de dolor envuelto en un infierno que apenas comenzaba.
En sus labios y con titubeos, empezó a desbordar un alma destrozada por la despedida, por un no volveré, ni hoy, ni mañana, ya no me esperes más, le dijo, justo en el instante en que él contemplaba la caída del agua sobre la fuente, reflejando las lágrimas que no derramo en ese momento, pero que se debatían como cuerdas aprisionando su corazón.
En sus labios y con titubeos, empezó a desbordar un alma destrozada por la despedida, por un no volveré, ni hoy, ni mañana, ya no me esperes más, le dijo, justo en el instante en que él contemplaba la caída del agua sobre la fuente, reflejando las lágrimas que no derramo en ese momento, pero que se debatían como cuerdas aprisionando su corazón.